Summary: | Antropóloga Social === Mateo Martinic, historiador de la Patagonia señala respecto al Áysen: “Era niño todavía cuando
en nuestro hogar puntarenense oí mentar por primera vez al Áysen (pues así se acentuaba el
topónimo en la época) y aunque no lo entendía con propiedad, desde entonces siempre para mí
tal imperfecta noción de un territorio que sabía lejano estuvo revestida de un aura legendaria”
(2005, p. 7).
Aysén, denominada también Trapananda1, o “las tierras de entre medio”2 lleva en sí auras de
lejanías, misterios, aventuras, valentías y soledades. Lejos de ser naturales, estos apelativos
están llenos de lógicas subterráneas, de imaginarios que todos –o casi todos- quienes no
vivimos en Aysén poseemos y padecemos. Mi acercamiento a la región no estuvo exento de
estos imaginarios, que fui poco a poco matizando con lo que me mostraba este otro mundo.
Porque Aysén es otro mundo, con todas las complejidades que esto implica. Sin duda estudiar
estas localidades ha sido un privilegio: me maravillé con cada persona que conocí, con cada
trino de pájaro que escuché y llené mis ojos de los colores con los que conviven
cotidianamente estas personas.
Siendo una desarraigada por naturaleza, me imbuí en las profundidades del Aysén a buscar y
empaparme de aquello que a mí tanto me cuesta encontrar: el arraigo, el cariño y apego por la
tierra que se habita, donde se construye una historia entretejida al territorio.
La investigación está escrita en tercera persona, en tanto busca aunar las voces que se
expresan dentro de esta memoria. Lo que aquí expongo es conocimiento construido con otros
que me acompañan en el plural. Espero con esta memoria poder contribuir a un diálogo que
permita reconocer otras formas de habitar los territorios, formas que deben ser consideradas
y tomadas en cuenta a la hora de formular políticas que impacten los territorios. De ahí la
importancia de escuchar y poner en valor las voces de quienes habitan estos lugares.
Pasito a pasito, tranco a tranco, escribir esta tesis me tomó el tiempo que me tomó. Porque si
algo aprendí en la Patagonia es que el que se apura pierde el tiempo
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