Summary: | Memoria para optar al Título de Periodista === “Nuestro nivel de vida se superó mucho a lo que nosotros vivíamos y éramos. La microempresa me ayudó un montón”. De este modo define Doris Peña, microempresaria de Cerrillos, la importancia que ha tenido su trabajo independiente para su vida y la de toda su familia.
Así como ella, hay muchas mujeres que sienten lo mismo. Es que conseguir un trabajo y ser empleada dependiente no es la única manera de obtener ingresos pues, en épocas de crisis, el despido suele ser uno de los métodos que las empresas usan para disminuir los gastos. Sin embargo, mientras esto ocurre, también disminuye la calidad de vida de las personas despedidas y sus familias.
Por ello, una de las opciones que está más a la mano es crear una microempresa. Estas abarcan un sector muy amplio de la población laboralmente activa del país: son alrededor de un millón y medio, entre formales e informales, creadas por hombres y mujeres. En cada uno de esos emprendimientos hay un ser humano con sus motivaciones, una familia que alimentar y muchos sueños por cumplir. Son cifras que se mencionan en seminarios y publicaciones, pero las vidas que contienen los números y porcentajes suelen pasar desapercibidas para quienes desarrollan las políticas que se implementarán en el sector de las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipyme).
Tampoco es un camino fácil. En el caso de los hombres jefes de hogar, su rol de proveedores -al que han estado asociados desde hace siglos- les ayuda a prepararse en todo sentido para enfrentar un trabajo donde el éxito de su negocio y la duración de su contrato dependen totalmente de ellos. Sin embargo, el camino para las mujeres que están a cargo de una familia tiene muchos más obstáculos pues, aunque a veces cuentan con el apoyo de sus hijos u otros parientes, las tareas domésticas continúan asociándose casi exclusivamente a ellas. Por eso, no sólo tienen que preocuparse del bienestar general de sus hijos, sino también del orden y la limpieza de la casa, de coordinar sus tiempos con los de los niños y el aseo y, más encima, encargarse de su microempresa.
Esto, que ya parece cuesta arriba, se complica mucho más para aquellas que consideran que el lugar de la mujer está solamente en el hogar, porque el abandono o la enfermedad de quien las mantenía les obliga a entrar en un mundo al cual no están acostumbradas. Hasta las mujeres que tienen todas las ganas de reinventar a su manera su vida laboral sufren con las dificultades que esta situación presenta.
A simple vista, el esfuerzo que deben realizar parece (y es) enorme, pero gracias a ello tienen la oportunidad de desarrollarse mucho más en el ámbito laboral, familiar y personal.
En este reportaje, cuatro emprendedoras cuentan sus historias: Katherine Olea, microempresaria mueblista; Doris Peña, distribuidora de productos y almacenera; Cynthia Llana, almacenera, y Patricia Moya, costurera y confeccionadora de ropa. Todas han podido salir adelante gracias a su emprendimiento, algunas con más facilidad y otras con más dificultades; se esfuerzan por sus hijos y su hogar; laboran todos los días y hasta altas horas de la noche para cumplir sus obligaciones y son sólo sus hijos y las personas a las que les dan trabajo quienes agradecen lo que ellas hacen.
Por lo mismo, es muy interesante conocer qué tan importante es el rol que la microempresa tiene para el surgimiento económico de las mujeres de escasos recursos y sus familias, sobre todo durante las crisis. Primero, porque la mayoría de las mujeres que son madres son capaces de realizar grandes sacrificios para mantener una calidad de vida decente para sus hijos. Segundo, porque esta preocupación llega a ser palpable en la mirada de las jefas de hogar que vivieron épocas difíciles durante su vida y que no disponen de grandes recursos para salir adelante, y tercero, porque el denominado 'sexo débil' suele mostrar mucha determinación y fortaleza cuando se trata de cuidar a los suyos. No es un invento: a lo largo de estas páginas están las historias de mujeres cuya principal motivación al lanzarse con un emprendimiento fue ganar algo de dinero para darle lo mejor a sus hijos e hijas y terminaron demostrando un gran valor para enfrentarse a los obstáculos, así como sabiduría para aprovechar las oportunidades.
La pobreza no puede superarse sólo con aportes estatales, limosnas o bienes materiales, sino también con confianza en las propias capacidades. Cuando una mujer decide crear su propia microempresa, construye su propio camino, el de su familia y ayudan a que quienes trabajan junto a ellas también lo hagan.
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