La transformación del proyecto arquitectónico durante el proceso constructivo. La opera de sydney y el centro Pompidou de París.
Tras analizar la construcción del proyecto en el movimiento moderno y su relación con la promesa arquitectónica en algunas obras de sus maestros, se realiza un estudio sistemático de la construcción de la Ópera de Sydney y del Centro Pompidou de París. De este análisis surge una constelación de circ...
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Other Authors: | |
Format: | Doctoral Thesis |
Language: | Spanish |
Published: |
Universitat Politècnica de Catalunya
2007
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Online Access: | http://hdl.handle.net/10803/6809 http://nbn-resolving.de/urn:isbn:9788469107638 |
Summary: | Tras analizar la construcción del proyecto en el movimiento moderno y su relación con la promesa arquitectónica en algunas obras de sus maestros, se realiza un estudio sistemático de la construcción de la Ópera de Sydney y del Centro Pompidou de París. De este análisis surge una constelación de circunstancias que motivan la transformación del proyecto arquitectónico durante su proceso constructivo. La existencia de puntos en común y el carácter estructural de algunos de ellos permiten sospechar una situación en la arquitectura -al menos de la segunda mitad del siglo XX- en la que se pueda cuestionar el proyecto entendido como anticipación fidedigna y completa de su realización. El proyecto recurre a la doble tarea de separar y agrupar tareas y conocimientos en los múltiples agentes que confluyen en obra. Su eficacia residirá en la medida en la que sepa preparar las condiciones para la convergencia de todos estos especialistas que concurren en una obra cada vez más compleja. En particular se hace indispensable la participación de la figura de un ingeniero comprometido con el proyecto y al que es capaz de incorporar la complejidad técnica de una forma no sólo compatible sino también activa en su definición. Desde el punto de vista del objeto arquitectónico, del continente, el proyecto entendido como un documento técnico congelado ya no es ni completo ni infalible.El proyecto adquiere otra condición que es la de moldear y formular determinadas hipótesis sobresu uso y su contenido. Se trata de propuestas pioneras en su formulación programática. El proyecto no se limita a organizar y asignar espacios a un programa, sino que en sí, también actúa sobre la organización del edificio. La dificultad que conlleva la determinación unilateral por parte del arquitecto del uso colectivo y social repercutirá en la evolución posterior de la obra. El contenido, por tanto, también se escabulle de las certezas del proyecto. Como fenómeno económico, ya los primeros modernos abandonaron la aspiración de taylorizar la construcción, apostando por una industria semi-prefabricada en la que la relación de la arquitectura con la construcción es de denegación: nace de ella y la necesita para violentarla o llevarla al límite.Se trata de un fenómeno económico de difícil predicción y que genera conflictos en la obra porque la industria de la construcción busca su rentabilidad en la optimización de las soluciones y acude al catálogo para resolver problemas conocidos. La flexibilidad de esta industria para abordar problemas nuevos es casi excepcional y está poco estimulada y así la obra difícilmente se inscribe en una economía de la prescripción, condicionada además por factores de beneficio y velocidad.En definitiva, el análisis comparativo de estos dos ejemplos muestra como, la progresiva complejidad tecnológica, la especialización -que cuenta con un protagonismo activo y renovado dela figura del ingeniero-, la implantación de nuevos programas, la dificultad de anticipar el fenómeno económico de la construcción y la variabilidad de los clientes son algunos de los vectores de incertidumbre que acompañaron el desarrollo de sus respectivos procesos de materialización, en un marco colectivo de la creación arquitectónica y en un contexto público de su trascendencia. Ante esta nueva situación que se genera a partir de la segunda mitad del siglo XX, la arquitectura y en definitiva los arquitectos, buscan nuevos respuestas. La ópera de Sydney y el Beaubourg de París anuncian caminos de distinto carácter. Ante esta realidad hemos podido adivinar algunos mecanismos al alcance del proyecto y del arquitecto en el estudio de los ejemplos de referencia. El proyecto se fragmenta, adopta geometrías deformables, adquiere un carácter estratégico, anima a la recuperación de espacios de colaboración transversales entre los distintos agentes y fundamentalmente entre arquitectos e ingenieros... Todo ello se hace imprescindible para la coherencia final del objeto arquitectónico. La arquitectura entendida como realidad ya no podrá ser sólo concebida. A partir de la segunda mitad del siglo XX deberá ser, además, construida, porque sólo así habrá sido capaz de transformarse, sortear o incorporar las dificultades y posibilidades que han surgido durante su proceso constructivo. El cómo haya sido capaz de atravesar ese tránsito será, al menos, igual de importante para el resultado final que el punto de partida. Si Le Corbusier afirmaba que "l'important c'est le choix", la pérdida de control del proyecto sobre el producto arquitectónico obliga a ampliar esa condición para una arquitectura posible. === After the analysis of the construction of the project by the moderns and its relation with the architectural promise in some of the works built by its masters, the thesis makes a sistematic study of the constuction of the Sydney Opera House and the Pompidou Centre in Paris. From this analysis, we emphasise a whole host of circumstances that give rise to the transformation of the architectural project during its building process. Nevertheless, the existence of points in common and the structural character of some of them allow us to suspect a situation in architecture¾at least in the second half of the 20th century¾in which we might question the project understood as a worthy and complete anticipation of its realisation. The project foregrounds the twin task of separating and grouping assignments and kinds of knowledge in the multiple agents who come together on the building site. Their effectiveness will reside in the extent to which it is known how to establish the right conditions for the convergence of all these specialists. The participation becomes indispensable of the figure of an engineer committed to the project and who is capable of incorporating in the latter the technical complexity of a form not only compatible with, but also active in, its definition. From the point of view of the architectural object, of the container, the project understood as a fixed technical document is no longer either complete or infallible. The project acquires another quality, which is that of shaping and formulating certain hypotheses on its use and its content.The project is not restricted to organising and assigning spaces to a programme but rather it also acts in itself on the organisation of the building. The difficulty that comes with the unilateral fixing on the part of the architect of the collective and social use of the building will have repercussions in its subsequent evolution. The content, then, slips away from the certainties of the project. As an economic phenomenon the first Moderns gave up on their aspiration to Taylorise building work, in backing a semi-prefabricated industry in which the relationship between architecture and building work is one of denial: it is born of it and needs it in order to subject it to violence or take it to the limit. Consequently, this is an economic phenomenon that is difficult to predict and which generates conflict on the building site because the construction industry is after cost-effectiveness in the optimisation of solutions and relies on the catalogue in order to resolve known problems. The flexibility of this industry is all but exceptional and is little encouraged. All this means that notwithstanding attempts at normative and dimensional unification, the building site is hardly inscribed in an economy of prescription.To sum up, comparative analysis of these two examples shows how progressive technological complexity, specialisation (which relies on the active and renewed role of the figure of the engineer), the implantation of new programmes, the difficulty of anticipating the economic phenomenon of the construction work and the variability of clients are some of the vectors of uncertainty which accompanied the evolution of their respective processes of materialisation, in a collective framework of architectural creation and in a governmental context of their importance. Faced with this new situation, which is generated during the second half of the 20th century, architecture and finally architects look for new responses. The Sydney Opera House and the Beaubourg in Paris announce paths of a different kind. In the presence of this reality we have been able to intuit some mechanisms within reach of the project and of the architect in the study of the reference materials. The project fragments, adopts deformable geometries, acquires a strategic quality and encourages the reclaiming of spaces of transversal collaboration between the different agents, chiefly between architects and engineers... All this turns out to be essential to the final coherence of the architectural object.The architecture as reality will no longer be able to be just conceived. From the second half of the 20th century onwards it will have to be, moreover, built, because only thus will it be capable of transforming itself, getting round or incorporating the difficulties and possibilities that have arisen during its building process. The reasons for it being capable of making that changeover will be at least as important for the final result as the point of departure. If Le Corbusier stated that "l'important c'est le choix," the loss of project control over the architectural product obliges that condition to be extended for a possible architecture. |
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