Summary: | La literatura peruana en el período que se inicia a partir de 1930, y que se acentúa después de los años 50´s, profundizó en los temas sociales, hasta manifestar su atención y compromiso con las clases más desposeídas del país. Justamente, las miradas se centraban en el Ande, donde el eje simbólico valorativo era el indio o campesino; por consiguiente todo lo que le rodeaba (léase cultura, costumbres o espacio geográfico) era sustancial.
La aparición de expresiones artísticas como “indigenismo” (o “indigenismo ortodoxo”), “neoindigenismo” y, más recientemente, la “literatura de masas” (resultado del “discurso de la transculturación” y la masificación de las ciudades), ha repercutido en el individuo y en su conformación ideológica e idiosincrásica.
Durante los años sesentas el escenario simbólico varió debido a las nuevas representaciones: se “supera al indigenismo” al intentar describir la totalidad del país y no desde una clase desposeída o etnia. De alguna manera, estos contrastes parecen coincidir con algún tipo de oposición entre la cancelación del “indigenismo” y una sociedad moderna, desde la suma de voces, la suma de constructos culturales no hegemónicos que buscan la recreación total de los destinos de un país que iba creciendo en forma sincrética. A partir de ello, en la nueva conformación social o “sociedad de masas” se llega al discurso de la transculturación (en el que ubicamos a El Sexto), en el cual se busca la articulación social de los diferentes elementos urbanos y suburbanos, signados a un nuevo escenario mental y físico. Es por ello que, como bien resalta César Lévano, Arguedas aspiró a hacer “cuanto [le] fue posible por contribuir a alcanzar el gran ideal que está bastante próximo: la integración del país que estaba, y aún está, desarticulado” (2008, 2). Arguedas “no quería peruanos arrodillados”, sino con el ánimo de enfrentarse a los nuevos procesos culturales que se venían (en su adopción del capitalismo al servicio de la humanidad).
Abordamos El Sexto, novela de José María Arguedas, a partir de dos categorías: mestización (y la idea de un sujeto migrante) y transculturación, cuya dinámica hermenéutica nos permite establecer una aproximación intercultural al texto, categorías que a su vez reordenan lo social, estableciendo nuevos escenarios e identificando nuevas ideologías. Manuel Castillo Ochoa sostiene que “en Arguedas el mestizaje es pervivencia, conservación e intervención triunfante (lo contrario a asimilación y extinción), y es también lo que ´´permite humanizar lo deshumanizado``” (1995, 100). En toda la obra arguediana, sobre todo en El Sexto, el mestizaje social y biológico es el responsable de la evolución de su narrativa, de su plan de describir, aceptar y proponer los cambios sociales en el individuo andino -más específicamente en el individuo mestizo con ascendencia andina- con el propósito de transplantar la modernidad a los imaginarios tradicionales.
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