La personalidad de José Asunción Silva. (II parte)

<p><strong>Silva y el psicoanalisis</strong></p><p>Dos psicoanalistas se han ocupado de Silva. Roberto De Zubiria Consuegra y Mauro Torres. El primero sostiene que el poeta vivió bajo la maldición de un complejo de Edipo manifiest...

Full description

Bibliographic Details
Main Author: José Francisco Socarrás
Format: Article
Language:Spanish
Published: Editorial Kimpres 1988-08-01
Series:Medicina
Subjects:
Online Access:http://revistamedicina.net/ojsanm/index.php/Revistamedicina/article/view/1055
Description
Summary:<p><strong>Silva y el psicoanalisis</strong></p><p>Dos psicoanalistas se han ocupado de Silva. Roberto De Zubiria Consuegra y Mauro Torres. El primero sostiene que el poeta vivió bajo la maldición de un complejo de Edipo manifiesto, transferido hacia su hermana Elvira. El segundo estima que nuestro personaje se estancó en la etapa narcisista del desarrollo y escribe: “El narciso primario no va más allá de los límites de la auto contemplación; vive dentro del principio del placer, reñido con la realidad…”. “El narciso secundario puede combinar, en un equilibrio más o menos precario, la auto contemplación con la comunicación verdadera con los demás”. “Silva no podía amar sexualmente a su hermana. El narciso que había en él se oponía definitivamente a dar el formidable paso de Edipo”. “A lo sumo Silva si amó en su hermana, pero con un amor contemplativo de Narciso, que se siente nítidamente reflejado en el tranquilo rostro de aquella. Elvira es el espejo de Narciso”. Recuérdese la contemplación de que la hacía objeto cuando asistían al Teatro Colón.</p><p>Torres analiza De Sobremesa, que considera la expresión del Silva íntimo encarnado en José Fernández, el héroe de la novela, con sus fantasías de vivir la vida plenamente, sueño muy distante de la realidad deparada al poeta por un destino de familia. Fernández exclama” Ah! vivir la vida… eso es lo que quiero, sentir todo lo que se puede sentir, saber todo lo que se puede saber, poder todo lo que se puede”. El texto parece tomado al pie de la letra del de Maria Bashkirtsseff transcrito por el propio Silva en su relat044. Pero Torres se queda a mitad del camino. Señala el síntoma, que sintetiza otros muchos, sin llegar a un diagnóstico. Hacerlo implica poner al lector al tanto de los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Para ello me valdré de la Enciclopedia del Psicoanálisis dirigida por Luwing Eidelbert45 y de los trabajos de Heinz Hartman, atto Kernberg y Heinz Kohut acerca de la formación del yo, del “sí mismo” y del superyo.</p><p>El ello, el yo y el superyo</p><p>Según la teoría de Freud, las instancias fundamentales de la persona son el ello, el yo y el superyo. El ello comprende lo heredado, Principalmente los instintos dependientes de la constitución somática. Contiene energías sexuales, la libido, y agresivas. Se rige, en consecuencia, por un proceso primario de impulsos contradictorios. Muchos de estos son inconscientes después de haber</p><p>sido reprimidos. La comunicación del ello con el mundo exterior se hace a través del yo. En el ello no hay distinción entre lo bueno y lo malo y provee de energía al yo y al superyo. Diversos autores han criticado el esquema instintual de Freud. Algunos lo han reducido a los instintos de vida y de muerte o tánatos. Otros han cambiado instinto por necesidad o por apetito.</p><p>El yo es la parte de la persona que actúa como agente de transacción entre el ello, el superyo, instancia represora, y el mundo exterior. Su porción preconsciente y consciente toma las decisiones y las lleva a cabo. Es catectizado por la libido y el instinto agresivo del ello con carácter narcisista secundario. Controla la motricidad voluntaria y lleva a cabo compromisos razonables entre la satisfacción de las necesidades, su represión o aplazamiento y la realidad. Adopta para el caso los llamados mecanismos de defensa.</p><p>Los principales de tales mecanismos son la represión y la negación. La represión excluye de la conciencia el deseo instintivo y sus derivados, afectos, recuerdos y fantasías asociadas. Es primaria cuando impide que derivados peligrosos del ello accedan a la conciencia, y secundaria, si no deja que reingrese a la conciencia el material que estuvo en ella. La negación o rechazo mantiene alejada de la conciencia percepciones traumáticas. Defiende pues de las exigencias de la realidad externa; caso típico el del hombre impotente que niega los atractivos de una mujer hermosa. Como ejemplos de otros de los mencionados mecanismos baste citar algunos. La ambivalencia es el sentimiento simultáneo de amor y odio hacia el mismo objeto. La conversión supone la transformación de la situación intra-psíquica en manifestaciones somáticas...</p>
ISSN:0120-5498
2389-8356