Editorial

Las reflexiones en torno al lugar del arte en la educación, como proceso social que busca equilibrar las oportunidades para el acceso a una formación rica y compleja, ha avanzado a pasos lentos en nuestro país. Es cierto que se ha logrado que las políticas públicas en cultura miren con menos recelo...

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Main Author: Pensamiento Palabra y Obra
Format: Article
Language:Spanish
Published: Universidad Pedagógica Nacional 2014-05-01
Series:Pensamiento Palabra y Obra
Online Access:http://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/revistafba/article/view/2297
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spelling doaj-c621c7ac05884b98a016958edef463472020-11-24T21:11:18ZspaUniversidad Pedagógica Nacional Pensamiento Palabra y Obra2011-804X2014-05-010111867EditorialPensamiento Palabra y Obra0FBA-Universidad Pedagógica NacionalLas reflexiones en torno al lugar del arte en la educación, como proceso social que busca equilibrar las oportunidades para el acceso a una formación rica y compleja, ha avanzado a pasos lentos en nuestro país. Es cierto que se ha logrado que las políticas públicas en cultura miren con menos recelo estas actividades en los ámbitos escolares y formativos, pero también es cierto que gran parte de su inserción se debe a un confuso trueque: cambiar prácticas artísticas por oscuridades de la violencia fruto del desamparo. La sospecha que pernocta en la alta institucionalidad política, aquella según la cual el arte desactiva violencias y por ende hay que potencializarlo en los cinturones de miseria, en las zonas de conflicto, en donde habita la pobreza, es una sesgada mirada a la que los artistas y formadores de arte le hemos hecho el juego, a cambio de unos centavos que nos permitan paliar las desventuras de la cotidianidad. Y es que, si bien es cierto que el arte es una magnífica terapia individual y social, lo es porque permite crear y simbolizar y poetizar las diversas crudezas que deparan los contextos de crisis. Pero más allá de ello, y es por donde quizá debemos cualificar los educadores del arte nuestros discursos, está la necesidad y la urgencia de que el arte tenga un rol propio en los procesos formativos: un papel menos determinista ni paliativo, aun a sabiendas de que, en todo caso, desde las prácticas artísticas sí es cierto que se forma a sujetos que preferirán -por una valoración ética- el gesto, el símbolo y la metáfora, antes que la acción segadora, radical, violenta.   Desde la Universidad Pedagógica, en su Facultad de Artes, hemos insistido en que no es suficiente la condescendencia, ni la contrajornada. Es preciso avanzar en una política integral que incorpore la educación artística (que no es la educación para el consumo del arte, ni para la detección temprana de talentos que “saquen la cara por el país”) a todos los ámbitos de la educación, bajo el convencimiento de que la dimensión cognitiva que favorece el contacto con la acción creadora, transformadora, poética, simbólica que es inherente al arte, posiblemente tenga la virtud de despertar las dimensiones que demanda la comprensión compleja de los contextos y los entornos, que abra las compuertas a la invención, a la creación de alternativas nuevas para resolver problemas antiguos (no solo de las artes); que aliente la idea contemporánea de hombre libre, constructor de sus propias realidades, capaz de saberse dueño de sus saberes y sus destinos, de significar y re- significar constantemente sus entornos y sus ánimos, a medida que reconoce que la educación es un acto responsable, quizá el más revolucionario, que reinventa, transforma la materia, crea, recrea en medio de una sociedad laica que necesita que cada vez los ciudadanos se alejen más de los ámbitos retrógrados propios del pensamiento mágico y milagrero, para instalarse en un humanismo tan desenfadado como responsable, en donde el derecho al arte, al protagonismo como sujetos de la cultura, para la cultura, con la cultura, brinde a todos la oportunidad de saberse artífices, artistas de su propio entramado vital.http://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/revistafba/article/view/2297
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