Summary: | La progresiva conquista de la Península Ibérica no sólo modifica el carácter de los núcleos urbanos preexistentes a través de la regulación de las relaciones entre Roma y los vencidos, sino que da lugar a un «flujo migratorio», que durante el siglo ? a. C. posee, en contraste con lo que ocurre en el siglo I a. C , un carácter eminentemente privado, ajeno a cualquier tipo de organización pública. Esta emigración en algunos casos se yuxtapone a los núcleos urbanos preexistentes y en otros se procede a crear estructuras urbanas nuevas, ajenas al poblamiento indígena; sin embargo, tanto en un caso como en otro, la organización en la que se vertebra este «flujo migratorio» difiere por su carácter y su estructura interna de los ordenamientos indígenas. Esta migración ha dejado su huella toponímica, antroponímica y lingüística en Híspanla; desde el punto de vista toponímico, además de determinadas analogías ya defendidas por R. Menéndez Pidal, no hay duda, comenzando por el topónimo dado a la primera fundación romana en Hispania, Itálica, de la existencia de analogías entre topónimos hispanos e itálicos que constituyen un indicio del posible origen itálico de los habitantes de una serie de enclaves urbanos.
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