Summary: | Tras la legalización del cristianismo por Constantino, a comienzos del siglo IV, la Iglesia fue adquiriendo progresivamente prerrogativas en diversos ámbitos de la sociedad laica, cediendo a su vez terreno al poder civil, en cuestiones de competencia exclusivamente eclesiástica. Con esta especie de acuerdo tácito entre el poder terrenal y el divino, la religión cristiana amplía considerablemente su campo de acción. Esta circunstancia se ha relacionado en ciertas concepciones historiográficas con el contenido de un mensaje Evangélico universalista y liberador de los débiles, los pobres y los oprimidos, sin distinción de raza ni de sexo. Entre los grupos oprimidos se encontraban fundamentalmente los pobres y los esclavos, y en concreto el fenónemo esclavista ha sido uno de los problemas sociales que más ha dado lugar a multitud de estudios por parte de los historiadores de la antigüedad. Pero la marginación no venía motivada exclusivamente por razones económicas, sino que existían otras limitaciones, en estrecha relación con la condición natural, como la edad y el sexo. Por consiguiente, entre los sectores marginales se puede incluir también a los niños y a las mujeres, a lo largo de la antigüedad; los unos son débiles por la edad, las otras por una supuesta fragilidad connatural.
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