Summary: | Debido a que la epidemia mundial de obesidad no muestra signos de disminución, se ha hecho necesaria una mejor comprensión de los mecanismos fisiológicos subyacentes a la homeostasis energética, el proceso mediante el cual el consumo energético se iguala al gasto energético a lo largo del tiempo, de manera que los almacenes energéticos corporales, en la forma de tejido adiposo, se mantienen constantes a pesar de las variaciones diarias en la ingesta calórica. El sistema que controla el balance energético posee, a su vez, dos componentes: uno en el corto y otro en el largo plazo. El sistema, en el corto plazo, se encarga de regular el apetito o inicio y finalización de comidas individuales, y responde, fundamentalmente, a hormonas gastrointestinales o señales de saciedad que se acumulan durante la alimentación y contribuyen a terminar la ingesta. Los factores de adiposidad, como la leptina e insulina, son señales que se liberan en proporción a los depósitos energéticos del organismo, y su función involucra la regulación del balance energético por periodos prolongados, por lo que se encargan de la estabilidad del peso corporal. La vía central de las melanocortinas representa un punto crucial de integración de estas señales. Los ligandos de los receptores de melanocortina son sintetizados en poblaciones neuronales discretas dentro del núcleo arcuado del hipotálamo, y ejercen acciones en los dos componentes del balance energético. Sumado a su capacidad de respuesta frente a los niveles de hormonas circulantes, el cerebro también responde directamente a los niveles circulantes de nutrientes. Se han identificado dos proteincinasas que sensan los niveles de nutrientes y funcionan como reguladoras del peso corporal y consumo energético en el hipotálamo: mTOR y AMPK. Además de estos circuitos homeostáticos, los mecanismos hedónicos de alimentación son importantes en la regulación del consumo energético, superando la capacidad reguladora del sistema de balance energético. El objetivo de este artículo es revisar avances recientes en la comprensión de los mecanismos reguladores del peso corporal y el apetito, los cuales han ampliado la visión de la fisiopatología de la obesidad, al tiempo que ofrecen diversas perspectivas para su tratamiento.<br>Due to the fact that the obesity epidemic shows no signs of diminishing, a better understanding of the physiological mechanisms underlying energy homeostasis has become necessary. During this process energy intake is matched to energy expenditure over time, in such a way that body fuel stored in the form of adipose tissue is held constant despite daily fluctuations in caloric intake. The system that controls energy balance possesses 2 components: a short and a long-term. The short-term system is in charge of appetite regulation or the initiation and termination of individual meals. It responds basically to gut hormones or satiety signals that accumulate during eating and ultimately contribute to meal termination. Adiposity factors are circulating signals generated in proportion to the body energy storages, such as insulin and leptin, levels of which are involved in the regulation of energy balance over long intervals thereby promoting body weight stability. The central melanocortin pathway represents a crucial integration point for these signals. Melanocortin receptor ligands are synthesized by discrete neuronal populations within the arcuate nucleus of the hypothalamus and exert actions in both components of the energy balance equation. In addition to hormones, the brain also responds directly to the nutrient circulating levels. Two fuel-sensing protein kinases functioning as main regulators of body weight and food intake in the hypothalamus have been identified: mTOR and AMPK. Besides these basic homeostatic circuits, the hedonic mechanisms of feeding are important in the regulation of energy intake since they can override the energy balance system regulatory capability. The aim of this article is to review recent advances in the comprehension of the mechanisms underlying body weight and appetite regulation. Those mechanisms not only allow a new understanding about obesity pathophysiology but also provide new perspectives for its treatment.
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