UNA MENTE GENEROSA PARA UN MUNDO SISTÉMICO
El sistema se ha transformado, desde su formalización (Bertanlanfy, 1968), en un instrumento clave en el quehacer de muchas disciplinas. No obstante, el sentido de la utilización del concepto de sistema que ha dominado en la actividad científica ha sido el lógico. Es decir, se ha entendido que el si...
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Universidad de Nariño
2003-01-01
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Series: | Tendencias |
Online Access: | http://revistas.udenar.edu.co/index.php/rtend/article/view/745/926 |
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doaj-89eb4364fa294ffb94785b730bed1a1c2020-11-25T01:05:32ZengUniversidad de NariñoTendencias0124-86932539-05542003-01-0141748UNA MENTE GENEROSA PARA UN MUNDO SISTÉMICORodrigo Jiliberto HerreraEl sistema se ha transformado, desde su formalización (Bertanlanfy, 1968), en un instrumento clave en el quehacer de muchas disciplinas. No obstante, el sentido de la utilización del concepto de sistema que ha dominado en la actividad científica ha sido el lógico. Es decir, se ha entendido que el sistema y “lo sistémico” constituye un lenguaje de descripción robusta de “lo real”. En esa aplicación del concepto de sistema éste no ha desplazado a la cosa u objeto como fin último del conocimiento. Ahora bien, el lenguaje sistémico porta un germen ontológico que lucha por salir aquí y allá en el debate científico. Ese germen ontológico de la teoría de sistemas consiste en considerar que el sistema no es solo un conjunto de reglas lógicas descriptivas, sino que en considerar que con lo que nos encontramos allí afuera, en la realidad, es con sistemas, y no con objetos. Ahora bien, la paradoja es que desde esta aproximación ontológica a lo sistémico no es posible hallar a priori sistema alguno. El mundo fenomenológico, es de facto un continuum, por lo tanto, ontológicamente una única totalidad. No hay sistemas, hay un único sistema. A partir de aquí, la realidad a la que es factible referirse en un universo sistémico, en una totalidad no fragmentada, no es más una entidad distinguible, sino el evento. En este contexto, la cognición no puede tener como fin conocer cosas, sino facilitar el acceso a la realidad evenencial de la totalidad no fragmentada, para insertarse en ella armoniosamente y, así, persistir en ella. La apuesta por un mundo sistémico-evenencial supone revitalizar el valor cognitivo de la experiencia, de los dominios de distinciones lingüísticas a que da lugar una práxis orientada lingüísticamente.http://revistas.udenar.edu.co/index.php/rtend/article/view/745/926 |
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El sistema se ha transformado, desde su formalización (Bertanlanfy, 1968), en un instrumento clave en el quehacer de muchas disciplinas. No obstante, el sentido de la utilización del concepto de sistema que ha dominado en la actividad científica ha sido el lógico. Es decir, se ha entendido que el sistema y “lo sistémico” constituye un lenguaje de descripción robusta de “lo real”. En esa aplicación del concepto de sistema éste no ha desplazado a la cosa u objeto como fin último del conocimiento. Ahora bien, el lenguaje sistémico porta un germen ontológico que lucha por salir aquí y allá en el debate científico. Ese germen ontológico de la teoría de sistemas consiste en considerar que el sistema no es solo un conjunto de reglas lógicas descriptivas, sino que en considerar que con lo que nos encontramos allí afuera, en la realidad, es con sistemas, y no con objetos. Ahora bien, la paradoja es que desde esta aproximación ontológica a lo sistémico no es posible hallar a priori sistema alguno. El mundo fenomenológico, es de facto un continuum, por lo tanto, ontológicamente una única totalidad. No hay sistemas, hay un único sistema. A partir de aquí, la realidad a la que es factible referirse en un universo sistémico, en una totalidad no fragmentada, no es más una entidad distinguible, sino el evento. En este contexto, la cognición no puede tener como fin conocer cosas, sino facilitar el acceso a la realidad evenencial de la totalidad no fragmentada, para insertarse en ella armoniosamente y, así, persistir en ella. La apuesta por un mundo sistémico-evenencial supone revitalizar el valor cognitivo de la experiencia, de los dominios de distinciones lingüísticas a que da lugar una práxis orientada lingüísticamente. |
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