Sobre el Instituto de Genética Humana y su gestor, Académico Jaime Bernal Villegas

A Jaime Eduardo lo conocí en la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana. No éramos compañeros del mismo curso, yo iba un semestre arriba y comenzaba a oír que había un estudiante, un tal Bernal, que causaba como cierto alboroto en patología y se interesaba por una cantidad de temas de inves...

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Bibliographic Details
Main Author: Francisco Nuñez León
Format: Article
Language:Spanish
Published: Editorial Kimpres 2005-03-01
Series:Medicina
Subjects:
Online Access:http://revistamedicina.net/ojsanm/index.php/Revistamedicina/article/view/426
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 Se baja del avión y se aparece en el departamento de pediatría del Hospital San Ignacio. El Dr. Guillermo Lesmes lo nombró como instructor de pediatría sin ser pediatra. Igual que en esa apoca, a Jaime Eduardo es difícil ubicarlo, no tiene puesto exacto, se ubica en pediatría, en patología, donde quiera.
 
 Nos sentamos a hablar y ya parecía que lleváramos cuarenta años de conocernos, a 10 minutos de haber hablado y en la sala de profesores nace nuestra amistad. La única referencia que por lo menos yo tenía, o el contacto con la genética era el libro de Smith. A falta de genetista, nosotros habíamos comprado en la biblioteca el Dpto el libro y era fácil ejercer la genética; uno miraba la foto miraba al chino, es o no es y lo que no es pues no estaba escrito, no existía, entonces bautizábamos nuestros propios síndromes de genética.
 
 Recuerdo que le pregunté, ¿bueno Jaime, a que vienes? Y me dijo “yo vengo a pensar”. Yo alcancé a pensar en ese momento, “este tipo no va a durar mucho tiempo, porque la universidad no está acostumbrada a esa percepción de las cosas”. La percepción que teníamos era que al Hospital se iba a ver pacientes, a tener interacción con estudiantes, con residentes, con docentes. Eso era lo que nosotros entendíamos como trabajar, toda lla actividad clínica y académica. Jaime me decía que en todas partes del mundo (obviamente se refería a los países desarrollados como Inglaterra), le pagan a la gente para que piensen. Yo me imaginaba a Bernal con los pies sobre la mesa y un letrero grande en la puerta, de manera que todos van a decir que Bernal no está haciendo nada, no va a durar.
 
 está haciendo nada, no va a durar. Teníamos una oficina y los escritorios quedaban pegados a los ascensores. Muy poco tiempo después el Dr. Jaime Bernal nos sacó del sitio cuando comenzó a trabajar y su ayudante se apoderó de un escritorio y fue invadiendo: -realmente fue una invasión-. Nos sacó por la puerta. Nosotros dijimos bueno, nos pasamos a otra salita de profesores que era un poco más grande. Pero no pasaron muchos meses y allá llegó Jaime con su cuento y también se apoderó de ese pedazo. Creo que en esa época llegaron Ángela Umaña y Genoveva.
 
 Entonces uno ya veía 3 o 4 personas trabajando con él. Nos acostumbrábamos a ver a Bernal que por ahí revoloteaba y estas niñas sentadas cada una en un escritorio con artículos, subrayando, trabajando y comenzando a producir un montón de cosas. Un tiempo más tarde ese espacio le quedó chiquito y entonces se fueron para un espacio que había en el 2º piso del Hospital. Después se robó un pedazo de laboratorio porque eso creció hasta el fondo y de ahí pasó al edificio de hoy...http://revistamedicina.net/ojsanm/index.php/Revistamedicina/article/view/426Genética Humana, Genética Médica en Universidad Javeriana, Instituto de Genética Humana
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 Se baja del avión y se aparece en el departamento de pediatría del Hospital San Ignacio. El Dr. Guillermo Lesmes lo nombró como instructor de pediatría sin ser pediatra. Igual que en esa apoca, a Jaime Eduardo es difícil ubicarlo, no tiene puesto exacto, se ubica en pediatría, en patología, donde quiera.
 
 Nos sentamos a hablar y ya parecía que lleváramos cuarenta años de conocernos, a 10 minutos de haber hablado y en la sala de profesores nace nuestra amistad. La única referencia que por lo menos yo tenía, o el contacto con la genética era el libro de Smith. A falta de genetista, nosotros habíamos comprado en la biblioteca el Dpto el libro y era fácil ejercer la genética; uno miraba la foto miraba al chino, es o no es y lo que no es pues no estaba escrito, no existía, entonces bautizábamos nuestros propios síndromes de genética.
 
 Recuerdo que le pregunté, ¿bueno Jaime, a que vienes? Y me dijo “yo vengo a pensar”. Yo alcancé a pensar en ese momento, “este tipo no va a durar mucho tiempo, porque la universidad no está acostumbrada a esa percepción de las cosas”. La percepción que teníamos era que al Hospital se iba a ver pacientes, a tener interacción con estudiantes, con residentes, con docentes. Eso era lo que nosotros entendíamos como trabajar, toda lla actividad clínica y académica. Jaime me decía que en todas partes del mundo (obviamente se refería a los países desarrollados como Inglaterra), le pagan a la gente para que piensen. Yo me imaginaba a Bernal con los pies sobre la mesa y un letrero grande en la puerta, de manera que todos van a decir que Bernal no está haciendo nada, no va a durar.
 
 está haciendo nada, no va a durar. Teníamos una oficina y los escritorios quedaban pegados a los ascensores. Muy poco tiempo después el Dr. Jaime Bernal nos sacó del sitio cuando comenzó a trabajar y su ayudante se apoderó de un escritorio y fue invadiendo: -realmente fue una invasión-. Nos sacó por la puerta. Nosotros dijimos bueno, nos pasamos a otra salita de profesores que era un poco más grande. Pero no pasaron muchos meses y allá llegó Jaime con su cuento y también se apoderó de ese pedazo. Creo que en esa época llegaron Ángela Umaña y Genoveva.
 
 Entonces uno ya veía 3 o 4 personas trabajando con él. Nos acostumbrábamos a ver a Bernal que por ahí revoloteaba y estas niñas sentadas cada una en un escritorio con artículos, subrayando, trabajando y comenzando a producir un montón de cosas. Un tiempo más tarde ese espacio le quedó chiquito y entonces se fueron para un espacio que había en el 2º piso del Hospital. Después se robó un pedazo de laboratorio porque eso creció hasta el fondo y de ahí pasó al edificio de hoy...
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