Summary: | Parte de la novedad que aporta la fotografía con respecto a las artes plásticas tradicionales se basa en la estrecha unión entre creatividad y técnica que garantiza el elemento mecánico del medio. Fundándose en esta realidad, una buena parte de la historiografía ha dado por supuesto que la fotografía anunciaba una era democrática del arte (tanto desde el punto de vista creativo como del consumo) basada en el azar y el automatismo, y por este motivo, despojada de todo elemento personal que, según la visión benjaminiana del “aura”, quedaba asociado a la tradición aristocrática del arte anterior a la Vanguardia. El artículo analiza cómo este planteamiento no sólo no responde a la realidad de los comienzos (cuando el factor mecánico era un obstáculo para que la fotografía se considerara arte), sino que está también muy lejos de reflejar la realidad actual del arte moderno, una vez que la fotografía vuelve a convocar masas de espectadores a las salas de exposiciones y museos, lugares que teóricamente no le corresponderían. Las declaraciones recientes de Boris Groys sobre la mirada aristocrática de los fotógrafos contemporáneos vienen a respaldar la necesidad de una revisión profunda de lo que se considera artístico en fotografía.
|